Cristian creció en Dosquebradas, un municipio cercano a la ciudad de Pereira en Colombia, bastante conflictivo y violento. Sin embargo, también fue el escenario de descubrimientos mundanos y donde cultivó las buenas amistades de su adolescencia. A mediados de los 2000, un grupo armado paramilitar que se hacía llamar “La Cordillera” comenzó a dominar la zona. Ejerció el control social por medio de listas negras, hojas con sentencias de muerte para quienes salían en ellas. En “La lista” Cristian narra cómo fue el momento en que los nombres de sus amigos cercanos aparecieron en uno de estos listados.
La lista
Por: Cristian Gómez
Me he mirado en el espejo y no me he reconocido en el extraño que se ve tras el cristal.
Evaristo Páramos (La Polla Récords)
Armé la maleta la noche anterior al vuelo. Casi todo eran encargos y regalos para otras personas. Lo mío eran tres camisetas, un pantalón, dos calzoncillos, tres cartones de Piel Roja, como cinco medias nonas, Opio en las nubes, Qué viva la música, el dibujo de la vereda de la puerta de atrás hecho por Emilia y ya está. Nada más.
Esa noche Potasio me acompañó. Nos acompañamos. Él también se iba pero pa’ donde una tía en Ibagué. Pegó bareto tras bareto, que dizque pa’ que no se nos subiera el amure. Se sentó e hizo una lista de reproducción que alternaba una canción de acá con una de allá: Los Susiox, Eskorbuto, G.P, Las Vulpes, Las Policarpas, Cicatriz, Fertil Mizeria, Kortatu, Mutantex. Yo seguía con la maleta y los encargos. De fondo sonaba «Sin reacción». Potasio cerró los ojos, botó el humo denso y me dijo:
—Me acuerdo de la primera vez que vi esa puta lista. Primero me quedé congelado, quieto. El mundo se me puso en pause. Después empecé a sentir cómo se me aceleraba el mango. Latía fuerte, fuerte como si se me fuera a salir. Y empecé a temblar. Entonces, volvía a la lista, veía mi nombre y el temblor aumentaba. Leía otra vez con ganas de equivocarme, de encontrar algún error que me demostrara que era solo paranoia, imaginación. El Chapu era el único del parche que estaba conmigo. Se veía liviano, contento, porque había comprobado que su nombre no estaba ahí. Nos miramos y le pregunté por mí con la mirada. Asintió y se le bajó el contento. Usted sabe, Cris, el Chapu le habla a uno con los ojos. Se explica sin decir nada. ¿Y sabe qué? Me abrazó. Se lo juro por la arepa, me abrazó y nos fuimos pa’ su casa a trabarnos.
Potasio me rodó el bareto y luego canturreó:
—Permanece unida la familia Iskariote, Iskariote.
Yo le di un plon grandote, llené los pulmones, cerré los ojos y mientras botaba el humo me acordé de ese día en que el temor de la lista llegó por primera vez a mi casa. Escupita trajo el moño. Y empezamos. Abrir, quitar palos, despulgar. Abrir, quitar palos, despulgar, rascar. Despulgar, rascar, despulgar. Rascar, montoncitos. Cada personaje con su propio montoncito. La arquitectura normal, doble cuero, manzanazo, «Risaraldeño» ecológico. El Chapu encintado, empezó a hacerle huecos a una sandía. Con su característico e inconfundible ritmo lento y una leve sonrisita picaroinocentecreativa, nos miró fijamente y nos dijo:
—Voy a inventarme el sandiazo.
Y Emilia que las cogía todas, todas en el aire, mientras daba un salto balanceándose de una pierna a otra, soltó un:
—¡No contamos con su astucia!
Y la leve sonrisita picaroinocentecreativa del Chapu se nos pegó, nos poseyó. Entonces, poquito a poco, en aumento lento pero constante, estalló y toda la casa se inundó de aquel concierto estridente de carcajadas.
—No, pues, ¡qué Risaralda! —dijo Potasio.
Y arrugando los ojos, marcando patas de gallo, el Chapu sentenció:
—Esperen y verán, no son creyentes. Esperen y verán cuando monte el sandiazo, cómo no lo van a querer rotar. Espere y verá, Emilia. Espere y verá.
—Lo mismo le decían a Stevie Wonder —apuntó Emilia otra vez.
Silencio.
Potasio fue el primero en sentir la angustia de la Cordillera.
Como muchas otras veces, nadie entendió el chiste. Y ella con su agilidad, con su aquí no ha pasado nada, cambió de tema con total naturalidad y empezó a contarnos películas de su bisabuelo. Que ella lo había conocido. Que se sentía por eso muy especial. Que quién con los tiempos que corren puede decir que tuvo un familiar que se murió de vejez. Que cuando era joven, él era culebrero. Que su matica santa era el cilantro. Que lo curaba todo con cilantro, hasta que llegó la moda de la sábila. Que por eso ella le echaba a todo cilantro. Y quedó rondando en nuestras cabezas la imagen, del bisabuelo de Emilia culebreando en la plaza de cualquier pueblito, sanando con cilantro. Recuerdo exactamente las palabras que ese día dijo el silencioso, triste, preocupado, aislado Potasio:
—Qué bueno, qué suerte vivir así, culebreando, viajando… que la única amenaza sea la sábila. —Y sacó un suspiro profundo, lento, angustiante.
Y el Chapu lo miró fijamente, sin prisa. Y sin apartar su mirada cargada de sabiduría, de ternura, abrió la sandía con calma, la partió, la compartió. Y el olor y el jugo y el rojo y el miedo inundaron la habitación. Y entonces, los demás nos dimos cuenta: Potasio fue el primero en sentir la angustia de la Cordillera. Fue el primero en sentir la asfixia de la mano negra. El primero de nosotros en sentir la necesidad de cambiar, de hacer la maleta, de migrar, de huir, de irse a la grandísima puta mierda.
Potasio fue el primero en aparecer en la lista.
Glosario
amure m. ansiedad por estar entre muros o chupar techo y nos diera por quedarnos. bareto m. cigarrillo que hace reír (Marlboro salvaje, Piel Roja a pielimpio, el «Risaraldeño»)
culebrero m. f. personaje que viene de selvas lejanas y peligrosas, generalmente acompañado de una serpiente a la cual tiene amaestrada, trae consigo una mata (planta) que cura todo y que vende en cada plaza o parque del pueblo al que llega. Pero con lo que realmente cura es con sus historias.
encintado adj. que anda empeliculado, entretenido, concentrado, contento
mango m. corazón
manzanazo m. pipa en manzana
moño m. cantidad considerable de materia prima del «Risaraldeño», valluna, punto rojo
parche m. tapa huecos o familia que uno escoge para remendarse, pa’ reforzarse, pa’ cubrir roticos
plon m. calada de «Risaraldeño»
sandiazo m. pipa en sandía, cuasi invento del Chapu, ecológico también
trabarse verb. quedar bajo el efecto del «Risaraldeño»